viernes, 27 de abril de 2012

"Cébate"


Mi nevera está vacía. No me queda ni carne ni pescao. No hay peras, ni plátanos y yo me muero de hambre. La miel la bebí ayer a tragos largos y el alcohol hace tiempo que se ha ido por el retrete.  Tendré que salir por ahí ya que me vuelvo loca en mi casa y encontrar una almeja o un buen rabo de toro. Las chuches, las devoré ya todas, las fresas color pasión, los ladrillos de la más alta torre de mi castillo de princesa, no queda ni uno. No hay nada de dulzura por ningún lado y se me ha terminado todo bote de especias picantes. El aceite se me quedó impregnado en la piel y la pasta me la gasté en el último trago. He mordido tanto que se ha acabado el buen chuletón. Podría conseguir algo de comida rápida pero sería perder el tiempo. Me veo enorme pero me siento vacía. Tengo hambre, no puedo controlar mis instintos. No quiero ir ni al supermercado, no estará allí el plato que estoy buscando.



Me supo a poco.

jueves, 26 de abril de 2012

Se atisbaba el momento, desde instantes atrás. Los campos de visión se cruzan y los relámpagos recuerdos rompen hasta las astillas más diminutas de claridad que quedaban. La normalidad actúa como nadie. No es más que un segundo y vuelve la mente al mundo. Hay segundos que duran eternidades, en la memoria.
Sólo un corte profundo momentáneo y metafórico.
Las diversas y diferentes posibilidades luchan todas en la imaginación. En el instante eterno el ambiente se carga de toda la situación. El público ni se inmuta, desaparece, deja de existir. Silencio completamente ruidoso, oxímoron en toda regla. Dos, uno.


 Toda la intensidad habida y por haber en un instante y después absolutamente nada. 

jueves, 19 de abril de 2012

El cambio.

David nunca pensó que llegaría. Las cosas parecían sencillas y a pesar de que le hablaron de ello en su momento, él siempre pensó que a él no le ocurriría. Al principio no lo comprendía. Tantos cambios a la vez le abrumaban y confundían. La realidad había cambiado en apenas momentos. No fueron pocas las veces que se lo negaba a si mismo, siempre antes de dormir y en silencio. Nunca salió de su boca queja alguna, era todo entre él y si mismo. Seguía con su pasado delante, como intentando obviar la siguiente escena de aquella película que cada vez más, sin querer, protagonizaba. Tenía todas sus cosas en orden y había elaborado un horario para aquella rutina de la cual no conseguía salir. Todo lo conocido ahora era lejano. Todo ahora era nuevo y no terminaba de comprenderlo. La situación le inundaba a pesar de que cada vez era más innegable.
Poco a poco fue olvidando todo aquello que siempre pensó eterno hasta que la confianza en todo aquello terminó por mudarse con el a esa nueva vida y echó raíces en aquella tan repetida cantinela de "todo irá bien".

lunes, 9 de abril de 2012