viernes, 3 de enero de 2014

Sentimientos de barranco.

Crucé esa línea que nos ponemos los seres humanos cuando nos rompen el corazón la primera vez. Cuando esto ocurre trazamos una línea justo entre nosotros mismos y los sentimientos de barranco, esos en los que si caes sabes que vas a morir y puedes llegar al cielo o al infierno pero una vez te dejas caer, te tropiezas (llámalo como quieras) no hay vuelta atrás. Pues esa línea yo la crucé, en un ingenuo intento de vuelo y me dejé caer en esos sentimientos que me han llevado hasta donde estoy ahora, el puto inframundo. He de decir que pasé por el cielo, el Olimpo, el Edén, e incluso llegué al Nirvana, todo aquello de en-sueño antes de estamparme y fue aquello lo que, precisamente, lo hizo irreversible. Y ahora estoy aquí, como una gilipollas volviendo a resucitar, ave fénix despeluchada, y volviendo a subir a la meseta. Y es ahora, cuando subo, cuando me salen por los poros toda esa certeza y esa ilusión que un día me bebí, a modo de elixir revitalizante, en la cima del mundo.




Distancia de seguridad,
verjas, vallas, muros,
el cartel de peligro bien
grande pero sobre todo:
los ojos abiertos y
los pies en la tierra.

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